jueves, mayo 25, 2006

Muerte y destrucción

No me gusta la violencia, no me gustan los castigos físicos.
Pero hay personas con las que no es suficiente el desprecio ni la reprobación moral. Merecen algo más. Algo peor. Algún castigo de tipo fiscal, o físico.
Situación: atascazo del quince. Llego tarde al ensayo. El coche me agobia. Tengo que coger la salida hacia Barcelona. Carril izquierdo. La cola para entrar en la C-58 es de casi un kilómetro. Habrá que hacerla entera. Minutos y minutos.
El carril de la derecha está mucho más vacío. Da a parar a otra dirección. El tráfico es fluido.
En esto, te vas dando cuenta de que hay muchos coches que se saltan la cola del carril izquierdo. Siguen por el carril derecho, ahorrándose minutos y minutos, y justo antes de que el carril colapsado converja con la carretera principal, se cuelan de mala manera. No es que den la impresión de pedir permiso para colarse entre coche y coche, no: es que meten el morro, haya espacio o no lo haya. El mundo les debe algo.
Son ese tipo de personas que llevan escrito en la cara: SOY UN PUTO JETA. SOY UN CHULOPUTAS. ME GUSTA MELENDI. Gafas de sol último modelo, coche medio tuneado, con la puñetera margarita de Alonso en la puerta del maletero.

¿Por qué el mundo es así de hortera?

A este tipo de personajes habría que multarles. Tal vez no sea suficiente... Deberían encerrarles en una habitación oscura de 2 metros cuadrados con un luchador de sumo homosexual. Meterles un espaguetti sin cocer por la uretra, y jugar a la carraca.