domingo, diciembre 26, 2004

Las últimas 11 Nocheviejas del Planeta (I)

Vamos a dejarlo claro: Soy un puto freak de las fechas. Tengo una capacidad de relacionar datos con fechas concretas que ni el DeepBlue aquél. Todo eso conlleva que sea un nostálgico de tres pares de cojones… Pero ese es otro tema.
Dado que se acerca el fin de año y que la tarde de Navidad está siendo sumamente aburridísima (para enfatizar), un post largo es lo que toca.
Hoy el cronista del planeta va a comentar las últimas Nocheviejas del Planeta Chano (bueno, en realidad mis últimas Nocheviejas, aunque tengo que decir que, al ser parte importante del núcleo duro de tan prestigiosa asociación, mis Nocheviejas han sido en un alto porcentaje las Nocheviejas del Planeta. Modestia aparte).
Durante 14 años mis Nocheviejas transcurrieron en lo que se ha dado en denominar vulgarmente “casa”, rodeado de los que dicen (o decían) ser mi “familia”, así que carecen del más mínimo interés para la comunidad exterior.
Nochevieja del 93: La escala de valores o la visión del mundo de una persona de 15 años está seriamente distorsionada, así que no es extraño que al conseguir que los carcas de mis padres me dejaran salir en Nochevieja, me sintiera parte, por fin, de esa juventud alocada, despreocupada y súper-súper-divertida. Esta entrada distaba de ser triunfal, más bien se convirtió en algo humillante cuando, llegando a la fiesta a la una, me tenía que ir a las 3. Dudosa dignidad en la pérdida de virginidad social. Aquella noche se hace notar todavía en los acontecimientos sociales de diverso y dudoso pelaje a los que he asistido durante los años venideros, en los que me he cuidado muy mucho de llegar el primero. Ser el primero aquella noche me convirtió a mis ojos y supongo que al de más gente, en un auténtico nerd. Tenía que ser el primero, porque iba a durar 2 horas en la fiesta. La lógica no tenía cabida en la dimensión de la popularidad.
Recuerdos difusos son Fede y su entrada triunfal con chaleco de traje (¿se llama levita?) y corbata. Todo un galán. Cuando entró muchas bragas se convirtieron en papel de magdalena. Qué gentleman, el zagal. Qué saber estar. Arantxa y Teresa me prepararon un martini con coca-cola muy cargado. No sé por qué designios del más allá aquella bebida se convirtió en algo muy muy gracioso, tanto que años después aún se recordaba.
No, no fue por la cogorza que pillé. ¿Con sólo un Martini?
Nochevieja del 94: La vestimenta seguía siendo casual, y acabamos los 4 fundadores del núcleo duro (nombres, más tarde... O tal vez nunca) y alguna muchachilla llena de estrecheces en casa de Teresa. ¡Sí, la del Martini cargado! ¿Qué será de Teresa? Si algún día tienes la inmensa fortuna de acabar en este blog, déjanos un mensajito, para saber si sigues bien… Era la casa de su padre, en pleno Madrid de los Austrias. El Planeta Chano siempre está por encima de pequeñeces como el baile (otro paso más del cortejo, pura fachada, es una maniobra burda para arrimar la cebolleta), así que hicimos algo mucho más entretenido y enriquecedor: Jugar a un juego de mesa (yupiiiiiiii) mientras escuchábamos mi última adquisición: From the Cradle, de Eric Clapton. Puro blues. Tan tan blues era que alguna de las muchachitas pensaba que habíamos puesto una misma canción repetida toda la noche. ¡Angelito sin oído! Acabamos la madrugá viendo vídeos de los 40 principales en la tele. Nerdismo al poder.
Dejo el estribillo de mi canción favorita por aquel entonces del disco de Clapton:
I’m tore down,
I’m almost level with the ground.
I’m tore down,
I’m almost level with the ground.
Well, I feel like this when my baby can’t be found.
También aprovecho para saludar a una de mis más fervientes admiradoras. ¿Así que era fácil el camino de vuelta? Casi acabo en Coslada...