Personajes que nos marcaron (I)
Tomo prestado el título de una sección de mi admirado Viruete. Hoy procederemos a una revisión histórica de un gran profesional y mejor persona: Michael Schlapkohl, centrándonos en dos momentos puntuales de su relación con nosotros, momentos que explican bien a las claras su personalidad vanguardista.
Un día llegó el susodicho a clase con su ropa habitual, esto es: Vaqueros Carrefour (Pryca en aquellos días lejanos), camisa a rayas verticales verdes y blancas (Musho Betih, le gritábamos) y la rebequita de lana azul oscuro. Sin embargo, aquel día había añadido un complemento nuevo a su indumentaria: Una chapa blanca en su solapa derecha con una inscripción contundente: “Vota Mendoza”. Sí, queridos amigos, nos encontrábamos inmersos en los convulsos días de campaña electoral para las elecciones del Real Madrid entre el difunto Ramón Mendoza (genio y figura) y Florentaino Pérez. Cabe suponer que Schlapkohl (efectivamente, le llamábamos por su apellido, ¿qué mayor muestra de respeto y confianza?) iba asiduamente al Bernabéu y que en uno de sus paseos por los aledaños se había topado con un puestecillo de Mendoza, y había caído en la tentación de unirse a tan limpia candidatura. O eso, o era en realidad parte integrante de la candidatura. Puede que de su mente preclara partiera la idea de hacer que cientos de socios ya fiambre votaran en aquellas elecciones y le dieran finalmente la victoria a don Ramón. Puede que él fuera el cerebro en la sombra. Cabe la posibilidad asimismo que fuera un pobre hombre que se sentía diferente y especial por llevar una chapa de un candidato a una presidencia de un equipo de fútbol. No obstante, no me parecería bien cargar las tintas contra este hecho. Hasta la clase política, esa nueva raza demiúrgica, cae en tan banal actitud, apoyando sin tapujos y sin ningún género de vergüenza a toda clase de candidatos, sean éstos feos, guapos, corruptos, con bigote, calvos, imbéciles o sin escrúpulos. ¿Qué mal hacía Schlapkohl en apoyar a Mon Mendoza?
En otra ocasión, recién comenzada la mañana lectiva, Schlapkohl se personó en nuestra clase (a la sazón, en pleno corazón del Zickzack-Gebäude) y obviando los 5 minutos de rigor necesarios para que nuestros jóvenes espíritus entraran en vereda, se dirigió a la pizarra y escribió lo que parecía ser el nuevo Leitmotive de su existencia:
MAN OLOW TOK AMEL BOLOW
Así, sin más. Qué manera más subrepticia de captar nuestra atención. Y es que pensaréis, amados lectores, que Schlapkohl era profesor de lengua alemana, inglesa, castellana, de filosofía, de pensamiento liberal avanzado... No, no, nada más lejos de la realidad, Schlapkohl era profe de mates, química y física (en ese caso creo que eran matemáticas), pero con estos gestos vanguardistas demostraba ir años por delante del resto del profesorado. Qué conexión con la clase, qué fusión de pensamientos y de materias (eso sí que era fusión, y no la mierda que hacen Ketama o Manu Carrasco), qué talante precursor, al estilo de Andrés Hurtado en El árbol de la ciencia del maestro Baroja... Compartía con nosotros el futuro del pensamiento ilustrado del siglo XXI. Nos introducía en el apasionante y complejo mundo de la transfiguración de las lenguas. O eso o era una broma estúpida y pueril que le acababan de contar y que él, dentro de una mente de 15 años encerrada en un cuerpo de un hombretón hecho y derecho de 30 y tantos, encontraba tan cojonudamente ocurrente que tenía que compartirla con quien primero se cruzara con él. ¿Manolo, tócame el bolo, o pensamiento avanzado?
Escaneando Google he encontrado que nuestro amado precursor se ha convertido en un fotógrafo de cierto renombre, al menos en mi querida Comunidad Madrileña (El nuevo Schlapkohl). Las malas lenguas, siempre malas, decían que se había dado al alcohol y que el tiempo le había traído soledad a su zurrón. Vemos que nuestro héroe ha seguido con su vida de una manera valiente y artística. Si pasas por aquí, Herr Schlapkohl, déjanos un comentario!!!!!!!!!!!
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