En defensa de las zapatillas de deporte
La Nochevieja es una noche extraña en la que suele hacer mucho frío y en la que la densidad de hombres con traje y corbata/metro cuadrado aumenta exponencialmente a partir de las 00:30 horas. Es algo curioso el porqué engalanarse de esa manera cuando lo único que se pretende es entrar en una plaza de toros cubierta y beber güisqui de garrafón hasta que no sepas ni cómo desabrocharte los zapatos que te ha prestado tu padre, zapatos que, por otra parte, son mocasines.
Lo mejor en una noche de estas es ir de bar en bar cual abeja picaflor: Pagas menos, te vistes como te sale de la entrepierna, y además cabe también la posibilidad de partirte el culo mientras observas a la panda de borrachos treintañeros que bailan y cantan como posesos y como si estuvieran viviendo una megaexperiencia con sus colegas-de-toda-la-vida al son de exitazos como A quién le importa o Bares, qué lugares, de los inmensos Gabinete Caligari.
Una noche perfecta para el compadreo, no obstante, también puede deslucirse por la estupidez que se ha instalado hace tiempo en los cráneos de los empresarios de bares-locales-pubs-etc, sobre todo madrileños.
Uno, que odia visceralmente todo lo que no sea una zapatilla deportiva, O COMO MUCHO, un calzado adecuado para pasear bajo la lluvia, lleva mucho tiempo (demasiado) intentando descubrir el porqué de la imposibilidad de acceder a una gran cantidad de locales si no llevas un zapato "de vestir". Eso significa, como apunta acertadamente Antonio, que Emilio Aragón se pasó todo el tiempo durante el que presentó ese gran espectáculo televisivo que era VIP NOCHE sin poder salir de copas con sus colegas Mané o Rody Aragón. Mucho traje mucha hostia, pero a la hora de la verdad, las Converse All-Star le hubieran convertido más tarde o más temprano en un apestado. ¿De qué se trata, de dejarte tu dinero en alcohol, la mayor parte de las veces puro garrafón, o dar una especie de imagen respetable? Algo muy discutible también, porque es evidente que el que piense que a un imbécil con pelo-cenicero o mullet, dos pendientes a lo Andy o Lucas, camiseta sin mangas del último concierto de Camela en Cornellá, pantalones farda-huevos le puede dar lustre un par de zapatos-parecidos-a-mocasines del Lidl... No merece vivir. Una furcia con un vestido que cubre siendo generosos el 10% de su cuerpo, si lleva zapatos, es mujer suficiente para entrar en el garito de turno.
Ayer tuvimos un incidente con 3 "puertas" en un garito al que recomiendo que la gente de Madrid nunca vaya, un tal "Elkano", en una de las calles que salen de Castellana, paralela a María de Molina en el lado Plaza Castilla. Un lugar infecto, además, con pachangueo de ese que te provoca ganas de chutarte aire en las venas. Uno de los Einstein de la entrada acabó por decir que alguien con tanga de leopardo, pinzas en los pezones, un gorro a lo Boris Yeltsin tendría hubiera tenido más posibilidades que nosotros (con zapatillas) de entrar. Nunca encontrarás a un genio de la retórica trabajando en la puerta de un local de alterne juvenil.
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