viernes, agosto 05, 2005

Algún día te mato



Es parte del dueño. Se pasan más horas con él que con cualquier otra persona o cosa. A veces lo odias, a veces (la mayoría) te transporta a donde tú le pidas. Dicen que es difícil llevarse bien con él, que en cuanto lo tocas, grita como un gato hambriento. Yo sólo sé que sólo sonará como tú quieras cuando tú quieras, cuando dejes de ser consciente de ti mismo y seas su apéndice.

Por eso, cuando lo dejo reposando encima de la cama, con el arco al lado, me da igual que la habitación esté algo desordenada por su presencia, me da igual que la cama tenga pliegues en la colcha o que nadie se pueda tumbar. Me da igual. Lo único que pido es que NO ME TOQUES EL PUTO VIOLÍN, EL VIOLÍN NO LO COGE NADIE MÁS QUE YO, y mucho menos esas manos capaces de batir el récord mundial de ruptura de vasos de cristal. Sudores fríos cuando te imagino cogiéndolo y metiéndolo en su bolsa de seda. Más sudores si me imagino que te has olvidado de cerrar el estuche con la cremallera, lo coges y se cae, rompiéndose. NO LO COJAS. NI LO MIRES. SÓLO YO ME LO PERMITO, JODER.