lunes, febrero 28, 2005

Creo que he visto una luz/Al otro lado del río

El cine se ha democratizado desde siempre. Fue uno de las primeras disciplinas artísticas que lo hizo. Me refiero a que cualquiera puede actuar. Mejor dicho, cualquiera sale en una película, o en una serie de televisión. Actuar ya es otra cosa. Desde el Fary a Jorge Sanz, pasando por Belén Rueda o Mike Myers. Por eso me resulta tan vomitivo, cada año más, el espectáculo onanista, exhibicionista, narcisista y prepotente de los Oscar. Ellos montan el circo, y ellos se premian (más o menos como los premios Ondas). ¿Cuántas películas merecen la pena durante el año? ¿Cuántas merecen la pena entre las nominadas al Oscar? Poquísimas, como poquísimos son los actores o actrices que trascienden la mera industria en la que se ha convertido.

Hoy el recién salido del armario (previo paso por caja) Alejandro Amenábar ha ganado el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Ya lo van ganando demasiados directores españoles. ¿El cine español es mejor, se podría deducir? Más bien está mejor publicitado. En general, sigue siendo una mierda. Tacos, sexo explícito, travestidos, etc. Bueno, y ahora se han unido al tema los suicidas. Me ha extrañado no ver a Bardem subir con Amenábar. Pero he caído más tarde: Estará preparando alguna manifestación para protestar contra el asunto del Carmel o contra los exiliados del País Vasco. Él es así, siempre ojo avizor para seguir protegiendo al tan fácilmente manipulable populacho.

De la noche de los Oscar me quedo, como siempre, con la música. Jorge Sanz puede actuar en pelis de mierda, pero me gustaría verle delante de un piano o con una guitarra. El caso es que los productores de la gala han decidido que hay músicos “galácticos”, y otros terrenales (de nuevo la publicidad mandando en cualquier asunto... ¿Este es el libre mercado del que hablan los neocon?). Así, hemos visto a la culo gordo de Beyoncé destrozar alguna que otra canción (cojonuda su dicción en francés), y a Santana y a Toni Banderas MASACRANDO la canción de Jorge Drexler, despojándola de cualquier sentido. Santana se ha convertido en mediático últimamente haciendo discos de mierda, saliendo con gorritos fashion y con gafas de sol. De vez en cuando hace un punteo de 4 segundos. Se agradece. Antonio Banderas ha demostrado que tampoco sabe cantar. Ni interpretar música.

Por suerte, Drexler ha ganado el Oscar. Pasa por ser uno de los mejores cantautores en lengua castellana (para mí, el mejor actualmente. Aprende Sabina), y ha protagonizado la única escena emocionante en la gala. En vez de pronunciar el típico discurso de agradecimiento, ha cantado un par de estrofas de su canción. Ese gesto de rebeldía frente a los mastodontes de Hollywood hace que le coloque en uno de mis altares. 15 segundos de talento musical, de un mensaje cifrado (o no tanto), y de un canto al respeto por la música y al desprecio por el dinero en forma de Santana y Banderas.

Mientras esto pasaba en Hollywood, un patriota irakí se ha cepillado a más de cien personas. Obra de Al-Zarkaui, ese líder espiritual que está combatiendo con dos cojones al imperialismo norteamericano. ¿Qué se está cargando a miles de personas inocentes? Quiá, daños colaterales, que sólo tienen importancia si las bajas las causa el Tío Sam. Estoy esperando fervientemente ver a Sardá esta noche y a Wyoming el miércoles criticar este tipo de actos, como han hecho repetida, repetida y repetidamente con Jorgito Bush.

Sí, efectiviwonder, yo seré uno de los 10 españoles que vea a Wyoming.